Viernes I de adviento: ¿Creen que yo puedo hacerlo?
Cuando Jesús salía de Cafarnaúm, lo siguieron dos ciegos, que gritaban: "¡Hijo de David, compadécete de nosotros!". Al entrar Jesús en la casa, se le acercaron los ciegos y Jesús les preguntó: "¿Creen que yo puedo hacerlo?". Ellos le contestaron: "Sí, Señor". Entonces les tocó los ojos, diciendo: "Que se haga en ustedes conforme a su fe". Y se les abrieron los ojos. Jesús les advirtió severamente: "Que nadie lo sepa". Pero ellos, al salir, divulgaron su fama por toda la región. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
¿verdaderamente tenemos fe?
¿verdaderamente creemos en su voluntad?
- ¿Te desilusiona?
- ¿Pierdes tu fe?
- ¿te vuelves "Emvangélico" o musulmán o judío o budista o hinduista?
- o peor aun ¿te vas con los adivinos, los brujos o los satánicos?
O le muestras tu fe, es decir, dejas a DIOS SER DIOS en tu vida y le dices: Gracias Señor, porque tu sabes lo que necesito y lo que me conviene.
Sí, lo sé por experiencia propia, es difícil decirle a Dios esto último, porque tenemos muchos apegos: la familia, los amigos, los bienes, el dinero y queremos un milagro de Dios, pero sin perder lo conseguido. En Este tiempo de Adviento, Cristo nos invita a ti y a practicar y utilizar los sacramentos para construir nuestra casa sobre la roca, la roca de una FE FIRME. FE EN DIOS!
Antífona: Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día, dice el Señor; y lo que les digo al oído, pregónenlo desde las azoteas.
Préstame, madre...
Préstame, Madre, tus ojos, para con ellos mirar, porque si por ellos miro, nunca volveré a pecar.
Préstame, Madre, tus labios, para con ellos rezar,
porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.
Préstame, Madre, tu lengua, para poder comulgar,
Préstame, Madre, tus brazos, para poder trabajar,
Préstame, Madre, tu manto, para cubrir mi maldad,
pues cubierto con tu manto al Cielo he de llegar.
Préstame, Madre a tu Hijo, para poderlo yo amar,
si Tú me das a Jesús, ¿qué más puedo yo desear?
Y esa será mi dicha por toda la eternidad. Amén.
Préstame, Madre, tu lengua, para poder comulgar,
pues es tu lengua patena de amor y de santidad.
Préstame, Madre, tus brazos, para poder trabajar,
que así rendirá el trabajo una y mil veces más.
Préstame, Madre, tu manto, para cubrir mi maldad,
pues cubierto con tu manto al Cielo he de llegar.
Préstame, Madre a tu Hijo, para poderlo yo amar,
si Tú me das a Jesús, ¿qué más puedo yo desear?
Y esa será mi dicha por toda la eternidad. Amén.