Cuaresma: "Iesu, mitis et humilis corde, fac cor meum sicut tuum". "Jesús, manso y humilde de corazón. haz mi corazón semejante al tuyo" Mt. 11,29.
De nuevo el evangelio nos habla de Judas, el traidor, pero ahora en versión de San Mateo, con esto nuestra iglesia Católica no busca aburrir con el mismo tema, sino poner el dedo en la llaga, es decir, avisarnos que debemos tener cuidado y analizar nuestra vida para localizar actitudes como la de Judas y eliminarlas de nuestra vida.
Judas tuvo el privilegio de ser llamado; recibió los mismos poderes que el resto de los apóstoles; los mandó Cristo de dos en dos a predicar el reino de Dios, a curar enfermos, a expulsar demonios y a realizar muchos milagros. Judas no se dio cuenta de que su cuerpo, su corazón y su mente estaba siendo lentamente invadidos por el maligno. Se sintió muy poderoso, creyó no necesitar de Cristo y apartó de Él su mirada.
El evangelista San Juan en el evangelio del lunes Santo, (De Martha, la hermana de Lázaro que derrama un perfume muy caro sobre los pies de Cristo y judas reclama que mejor su hubiera vendido y repartido el dinero entre los pobres), nos aclara de que ya había evidencia de que era un ladrón porque él se encargaba del dinero y se lo quería robar. Pues este deseo cada ves mayor de robar, de querer tener más privilegios, de no preocuparse por los demás, de siempre tomar la opción del menor esfuerzo y de no violentarse y limitar sus pasiones desordenadas, terminó por poner en el la idea de venderlo: "¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?". Ellos quedaron en darle treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregárselos.
Sí es cierto, a los católicos nos incomoda escuchar noticias de ministros consagrados que han sido deshonestos y realizado actos criminales. No, no debemos justificar estos terribles pecados, porque sería como ponernos de parte de los agresores y no de las víctimas. Debemos orar para que se arrepientan, se conviertan y que se haga justicia en la tierra, porque la divina sí que habrá, según lo dice hoy el evangelio: "¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre va a ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido".
Este cumplimiento de la justicia aplica también para ti y para mi. Cristo nos da el privilegio de conocerlo, seguirlo y es nuestro único camino a Dios Padre. Aunque no lo sigamos, recibimos de Dios a través de su Espíritu Santo muchas bendiciones en nuestra vida en forma de dones y gracia:
¿Cuantas veces aprovechamos estas bendiciones de Dios para hacer el mal, para sacar ventaja, para ponernos por encima de los demás, para abusar y hasta haber cometido actos criminales? Analiza tu vida, y si te sientes cómodo, si sientes que nadie va en tu contra, si no tienes oposición o resistencia, si cometes un pecado y piensas que no pagarás, es porque vas en la misma dirección que te ha marcado el maligno enemigo... eso mismo pensó Judas. ¿Dios te ama? Sí. ¿Quiere que te arrepientas y pidas perdón? Sí. ¿Te perdona? Sí. Pero no por eso dejará de juzgar con justicia y no con la de este mundo, sino con la de su condición Divina. Los cristianos, mientras más cerca estemos de Dios, más perseguidos seremos, "Y todos los odiarán por causa mía, pero el que persevere hasta el fin, ese será salvo". (Mt. 10,22).
Salmo 50.