Cuaresma: "Iesu, mitis et humilis corde, fac cor meum sicut tuum". "Jesús, manso y humilde de corazón. haz mi corazón semejante al tuyo" Mt. 11,29.
Del santo Evangelio según san Juan: 4, 43-54
El evangelio de San Juan, es también conocido como el de los signos, en donde el discípulo amado hasta va llevando la cuenta, en total, Cristo realiza 7 signos, número perfecto. El más importante es el de la Cruz, donde Cristo murió porque; "Aquel que no cometió pecado, Dios lo hizo pecado por nosotros" (2Cor. 5,21).
En el pasaje de hoy, Cristo reprocha a los galileos, pero también a ti y a mi el hecho de solo interesarnos por sus prodigios o signos. Es como si apuntara con su dedo la luna y nos dijera: ¡Miren qué hermosa luna! y nosotros en lugar de ver la luna, nos quedamos viendo su dedo.
Dios hace maravillas, signos grandiosos como este de curar al hijo enfermo de un hombre, o las Hostias Consagradas que se han vuelto sangre y carne visible, o los estudios científicos de la Sabana Santa que demuestran que Cristo resucitó, o las apariciones de la Santa Madre de Dios en su advocación de Virgen de Guadalupe en nuestro país, entro otros muchísimos más, entre ellos los que ha realizado en ti y en mi.
¿Entonces no es bueno pedir milagros o prodigios a Dios? Claro que sí puedes pedir. Insiste; haz tus oraciones, ayunos, confiésate, comulga, lo que puedas ofrecer. Pero lo que Dios quiere enseñarnos aquí, es que no esperemos recibir milagros o ver signos portentosos para seguir creyendo en Él. Que no dependa de eso, que no veamos el milagro como una paga por nuestros méritos, sino como una pequeña manifestación de su grandeza.
A muchos se nos puede complicar entender esto, porque Dios lo dice en su palabra: "Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos"(Is. 55,9). Por lo tanto, si tú, después de recibir un signo o milagro de Dios no puedes entender lo que hay de fondo, amenos celebra que lo recibiste, agradécele a Dios y preguntarte: Con este signo que he recibido ¿Qué es lo que Dios me quiere enseñar?, ¿Qué necesita de mi, Dios?, ¿Cuál debe ser mi compromiso?
Pidamos a Santa María, Madre de Dios, que sea nuestra guía para pedir a Cristo lo que en verdad necesitamos, que tome en sus manos nuestras oraciones y súplicas, y que nos conceda no necesitar signos de Dios para tener fe, para amarlo, para alabarlo y para glorificarlo. Amén.
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