viernes, 5 de marzo de 2021

En ti, Señor, he puesto mi confianza; tú eres mi amparo!

  Mensaje de cuaresma día 17. viernes 05.03.2021

Antífona: En ti, Señor, he puesto mi confianza, que no quede yo nunca defraudado; sácame de la trampa que me han tendido, porque tú eres mi amparo.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Pidamos a Dios Todopoderoso y eterno que este camino cuaresmal nos purifique mediante la práctica de la penitencia y nos conceda llegar con el alma limpia a los santos misterios de la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Así sea.  

En este 3er, viernes de la II semana de cuaresma, la primera lectura de libro del Génesis: 37, 3-4.12-13.17-28, y el Santo Evangelio según san Mateo: 21,33-43.45-46, tienen mucha similitud. La primera lectura nos habla a cerca de José "el soñador", quien era el hijo predilecto de Jacob de entre todos sus hermanos, por tal motivo, sus hermanos no lo querían, tramaron matarlo, pero dos de ellos; Rubén y Judá, pensando mejor las cosas y para no manchar sus manos con la sangre de su hermano, propusieron a los demás que lo vendieran como esclavo a una tribu llamada los Ismaelitas que iban camino a Egipto, así lo hicieron y José fue salvado de morir. 

En este sentido en el Evangelio, Cristo cuenta la parábola de los labradores asesinos. Se trata de un arrendatario (el dueño), que ofrece su viñedo a unos arrendadores (los que reciben en "arrenda"), llegado el tiempo de la cosecha, cuando va a reclamar su "renta" según le corresponde, aquellos que envía son terriblemente maltratados y otros asesinados. Al fin, el arrendatario envía a su hijo único. Los arrendadores, viendo que era su hijo, fueron, lo mataron y se quedaron con todo. 

Esta reflexión la centraremos en una enseñanza fundamental; porque aclarando amanece, mucho cuidado con creernos arrendatarios sabiendo que somos arrendadores. Ser arrendador quiere decir que debemos administrar, usar y cuidar unos bienes específicos, pero al mismo tiempo, en el contrato queda establecida una "arrenda o renta", un fruto que recibirá el arrendatario.


Si aplicamos esto a nuestra vida, podemos descubrir que también nosotros hemos recibido de Dios grandes bienes o dones y esto lo hemos recibido para dar frutos, como lo dice  San Juan 15, 16. "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda." De manera que tu y yo estamos llamados a dar frutos, y esos frutos son la obras de misericordia. Si nosotros somos plantación de Dios, por lo tanto, es que demos frutos de manera que muestren que Cristo vive en nosotros. Ahora reflexiona esto: ¿Cuántas veces has olvidado que eres arrendatario(a)?, ¿Cuántas veces has querido ser arrendador(a)?, ¿Cuántas veces has olvidado que fuiste creada(o) para dar frutos de amor?. Sabiendo que tu cuerpo el Templo del Espíritu Santo, ¿Cuántas veces lo has intoxicado con excesos de azúcar, drogas y alcohol?,¿Cuantas veces has cometido actos impuros vs tu cuerpo y vs el de otras personas?, ¿Cuántas veces, cegada por ideologías estúpidas has abortado?  

NO, tu no eres dueña(o) de tu cuerpo, no deberías decidir sobre él sintiéndote arrendatario, pero aquí viene lo mejor pata ti y para mi. La cuaresma, podríamos decir que es un tiempo de OFERTA, en este momento es como si estuviera de oferta el gran amor de Dios, llega a tu casa gratis y en abundancia, como todo lo que El Señor nos da. Lo que tienes que hacer es abrir tu corazón y poder entender que es muchísimo más grande el amor de Dios que nuestros pecados, solo debemos salir de la comodidad, de la zona de confort en la que estamos para poder crecer. Es como un pollito en el cascaron, que antes de nacer debe luchar para quebrarlo, pues si no lo hace, si se conforma por el lugar de protección en el que está, difícilmente sobrevivirá.


Que el amor de Dios, tan grande que no puedo estar arriba de él, nos ayude a identificarnos como arrendadores de sus bienes, para que, llegado el tiempo de la cosecha, le entreguemos frutos abundantes. Amén.

MAGNIFICAT:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; 
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, 
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: 
su nombre es santo, y su misericordia 
llega a sus fieles de generación en generación.
El hace proezas con su brazo: 
dispersa a los soberbios de corazón, 
derriba del trono a los poderosos 
y enaltece a los humildes, 
a los hambrientos los colma de bienes 
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, 
acordándose de la misericordia 
-como lo había prometido a nuestros padres- 
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. 

Gloria al Padre!


 











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